Este domingo 6 de marzo, Día de Hispanoamérica, la Iglesia
de España recuerda a los misioneros que entregaron y entregan, día a día, su
vida al servicio de la evangelización de los pueblos americanos. Es un hecho
significativo que en la actualidad haya más de 9.000 misioneros y misioneras
españoles cooperando con las Iglesias locales de América. En su mayoría son religiosos,
pero también hay unos mil sacerdotes diocesanos y más de medio millar de laicos
españoles, muchos de ellos enviados como familias misioneras.
El recuerdo, la oración y la ayuda a todos ellos se da en
pleno curso del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Por eso, el lema elegido
para este día «Testigos de misericordia», es una forma de hacer efectiva la respuesta
a la invitación del Papa a «contemplar el misterio de la misericordia» (MV 2), a
dejarnos abrazar por el amor compasivo de Dios y a convertirnos en discípulos,
testigos y misioneros de su misericordia.
El Papa Francisco, en su viaje apostólico a la Diócesis de
Morelia, Méjico, hizo memoria agradecida de un “misionero” abulense, Vasco de
Quiroga, un evangelizador de primer orden en América «que amó tanto este lugar
que se hizo hijo de esta tierra». Este abulense, nacido en Madrigal de las
Altas Torres, fue enviado en 1530 para representar al rey en esos territorios
que recibían el nombre de Nueva España. Siendo juez de la Segunda Audiencia,
destacó de tal modo por su vida austera y por el cuidado de las poblaciones
indígenas, que fue nombrado obispo de una recién creada diócesis, en la que se empeñó para que recibieran
educación y construyó “pueblos-hospitales” para atender a tantos indígenas sin
recursos.
El Papa recordaba el testimonio del propio don Vasco: «Me arrancaron
de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis
pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande
empresa; a mí, que no sabía manejar el remo, me eligieron primer Obispo de
Michoacán» (Carta pastoral, 1554). En la misa que presidió con los sacerdotes,
seminaristas y religiosos, el Papa Francisco, como gesto de comunión con el
evangelizador Tata Vasco, utilizó su mismo báculo y su cáliz.
También a mí, como obispo de la tierra que vio nacer al
Siervo de Dios Vasco de Quiroga, me gustaría hacer con el Papa y con vosotros memoria
de este evangelizador, “el español que
se hizo indio”. La realidad que vivían los indios purhépechas, descritos por él
como “vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las
arrebañaduras tiradas por los suelos”, lejos de llevarlo a la tentación y la
acedía de la resignación, movió su fe, su vida y su compasión, y lo impulsó a
realizar diversas propuestas que fuesen un “respiro” ante una realidad tan paralizante
e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la
oración se hizo respuesta. Todo esto le ganó el nombre entre los indios de “Tata
Vasco”, que en lengua purhépecha significa: “papá”» (Homilía, 16/02/2016).
Queridos diocesanos, que al recodar a los misioneros
españoles y orar por ellos, nos sintamos unidos en comunión con la acción evangelizadora
de la Iglesia y se despierte en nosotros, cada día y cada vez más en nuestros
ambientes cotidianos, nuestro deseo de ser discípulos misioneros; y que la
Virgen María, estrella de la evangelización, nos regale sus ojos
misericordiosos para anunciar a todos la Buena Noticia de Jesucristo.
Con mi bendición y afecto.
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