Todos recordamos a la Madre Teresa de Calcuta, de aspecto
frágil y mirada cándida. Una mujer que hizo de la entrega a los pobres su razón
de vida. Una verdadera santa en vida, que subirá a los altares este 2016, ya
que será canonizada el próximo 4 de septiembre.
Agnes Gonxha Bojaxhiu nació en Skopje (la actual Macedonia)
en 1910, en el seno de una familia católica albanesa. La profunda religiosidad
de su madre despertó en ella la vocación de misionera. Apenas hechos los votos
con 18 años (cuando eligió el nombre de Teresa para profesar), se marchó a
Calcuta, ciudad con la que habría de identificar su vocación de entrega a los
más necesitados, y que marcaría su nombre de por vida. Allí ejerció como
maestra casi 20 años. Sin embargo, la profunda impresión que le causó la
miseria que observaba en las calles de la ciudad la movió a solicitar a Pío XII
la licencia para abandonar la orden y entregarse por completo a la causa de los
más desfavorecidos, marcándose un objetivo claro: “Quiero llevar el amor de
Dios a los pobres más pobres; quiero demostrarles que Dios ama el mundo y que
les ama a ellos”.
Madre Teresa siempre tenía una sonrisa abierta y un abrazo
maternal para pobres, leprosos y marginados. Una caridad que le nacía de la
contemplación eucarística: “¿Habéis visto con cuánto amor y delicadeza trata el
sacerdote el cuerpo de Cristo durante la Misa? Tratad de hacer lo mismo en la
casa de los moribundos: allí está Jesús bajo la apariencia del dolor”. Una
identificación eucarística plena, que se configuró como la propia identidad de
la Congregación de las Misioneras de la Caridad, que ella misma fundó. Esa fe,
esa presencia real de Cristo en sus obras era su razón de ser: “la diferencia
entre nosotras y los trabajadores sociales está en esto: en que ellos trabajan
por algo, mientras nosotras trabajamos pro Alguien. Nosotras servimos a Jesús
en los pobres. Todo lo que hacemos - oración, trabajo, sacrificios - lo hacemos
por Jesús. Nuestras vida no tienen ningún sentido, ninguna motivación fuera de
Él, que nos ama hasta el final. Sólo Jesús es la explicación de nuestra vida”.
El enorme prestigio moral que la Madre Teresa de Calcuta
supo acreditar con su labor en favor de “los más pobres entre los pobres” le llevó a ser santificada no sólo por
aquellos a quienes ayudaba sino también por gobiernos, instituciones
internacionales y poderosos personajes, consiguiendo el premio Nobel de la Paz
en 1979.
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