domingo, 1 de noviembre de 2015

"¡No tengáis miedo, tenéis un lugar reservado en mi casa!"


La conmemoración de los Fieles Difuntos nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre la muerte y la vida. En los días previos, los cementerios se van cubriendo con un manto de flores que simboliza nuestro recuerdo y nuestro amor hacia los seres queridos que han muerto. Pero también expresan para los cristianos el sentimiento de alegría y de esperanza que nos ofrece la fe en Jesucristo resucitado. La esperanza cristiana nos ayuda a experimentar el sentido de nuestra vida y nuestra muerte, que encuentran su razón última en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De este modo, frente al sentimiento de dolor, de vacío y tristeza, que acompaña la pérdida de un ser querido, la Iglesia, en nombre de Jesús, nos ofrece acogida, escucha y compañía, expresión de la misericordia del Padre.

La Iglesia nos enseña cómo estar cerca de quien pierde a un ser querido y de aquel que ha partido ya a la casa del Padre. Lo hacemos practicando las obras de misericordia, consolando a los que están tristes, enterrando con dignidad a los muertos, que han sido templos del Espíritu Santo, y orando a Dios por los vivos y difuntos. La práctica de las obras de misericordia da la paz a quien parte y a quien permanece, nos lleva a sentir que Dios es más grande que la muerte, y que permaneciendo en Él, incluso la última separación la vivimos como un “hasta luego”, porque ellos y nosotros esperamos la resurrección final.

Próximos a iniciar el Año de la Misericordia, el Papa Francisco desea que éste sea un auténtico encuentro con la misericordia de Dios, que vivamos una experiencia viva de cercanía del Padre, que nos toca con la mano de su ternura para que nuestra fe se fortalezca. Esta fe nos ayudará a mirar con los ojos de Jesús el sentido pascual de nuestra propia muerte y la de nuestros seres queridos, intuyendo en nuestro corazón que la muerte no tiene la última palabra, porque del Señor viene la misericordia y la redención copiosa.
El Papa centra su atención sobre un punto que considera importante respecto al Año de la Misericordia: «La indulgencia Jubilar -dice- se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos unidos por el testimonio de la fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libre de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin» (Carta 1/9/2015).

Queridos amigos, os aseguro mi oración por todos los miembros de esta diócesis que han partido este año a la Casa del Padre, comparto vuestro dolor y también vuestra esperanza. ¡Mucho ánimo! Cuando los cristianos de Tesalónica se mostraban turbados y conmovidos por el fallecimiento de los miembros de aquella comunidad, el apóstol Pablo les consolaba de este modo: «No quiero que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que decimos apoyados en la palabra del Señor» (1 Tes 4, 13-15).


Con esta certeza que nos llena de consuelo, os bendigo con afecto.


+Jesús, Obispo de Ávila

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