La conmemoración de los Fieles Difuntos nos ofrece una
oportunidad para reflexionar sobre la muerte y la vida. En los días previos,
los cementerios se van cubriendo con un manto de flores que simboliza nuestro
recuerdo y nuestro amor hacia los seres queridos que han muerto. Pero también
expresan para los cristianos el sentimiento de alegría y de esperanza que nos
ofrece la fe en Jesucristo resucitado. La esperanza cristiana nos ayuda a
experimentar el sentido de nuestra vida y nuestra muerte, que encuentran su
razón última en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De este
modo, frente al sentimiento de dolor, de vacío y tristeza, que acompaña la
pérdida de un ser querido, la Iglesia, en nombre de Jesús, nos ofrece acogida,
escucha y compañía, expresión de la misericordia del Padre.
La Iglesia nos enseña cómo estar cerca de quien pierde a un
ser querido y de aquel que ha partido ya a la casa del Padre. Lo hacemos
practicando las obras de misericordia, consolando a los que están tristes,
enterrando con dignidad a los muertos, que han sido templos del Espíritu Santo,
y orando a Dios por los vivos y difuntos. La práctica de las obras de misericordia
da la paz a quien parte y a quien permanece, nos lleva a sentir que Dios es más
grande que la muerte, y que permaneciendo en Él, incluso la última separación
la vivimos como un “hasta luego”, porque ellos y nosotros esperamos la
resurrección final.
Próximos a iniciar el Año de la Misericordia, el Papa
Francisco desea que éste sea un auténtico encuentro con la misericordia de
Dios, que vivamos una experiencia viva de cercanía del Padre, que nos toca con
la mano de su ternura para que nuestra fe se fortalezca. Esta fe nos ayudará a
mirar con los ojos de Jesús el sentido pascual de nuestra propia muerte y la de
nuestros seres queridos, intuyendo en nuestro corazón que la muerte no tiene la
última palabra, porque del Señor viene la misericordia y la redención copiosa.
El Papa centra su atención sobre un punto que considera
importante respecto al Año de la Misericordia: «La indulgencia Jubilar -dice-
se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos unidos por el
testimonio de la fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos
en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la
comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del
Padre los libre de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la
bienaventuranza que no tiene fin» (Carta 1/9/2015).
Queridos amigos, os aseguro mi oración por todos los
miembros de esta diócesis que han partido este año a la Casa del Padre,
comparto vuestro dolor y también vuestra esperanza. ¡Mucho ánimo! Cuando los
cristianos de Tesalónica se mostraban turbados y conmovidos por el
fallecimiento de los miembros de aquella comunidad, el apóstol Pablo les
consolaba de este modo: «No quiero que ignoréis la suerte de los difuntos, para
que no os aflijáis como hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha
muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto, Dios, por medio de
Jesús, los llevará con él. Esto es lo que decimos apoyados en la palabra del
Señor» (1 Tes 4, 13-15).
Con esta certeza que nos llena de consuelo, os bendigo con
afecto.
+Jesús, Obispo de Ávila
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