viernes, 1 de noviembre de 2013

Todos estamos llamados a ser santos

Celebramos hoy la Solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que se celebra en la Iglesia desde el siglo VII, cuando el Panteón romano se dedicó a la Virgen y a todos los Santos. Con frecuencia confundimos su significado con la fiesta de los Fieles Difuntos, que conmemoramos justo un día después. Sin embargo, son celebraciones distintas. El 1 de noviembre volvemos nuestra mirada hacia el cielo, donde habitan los santos, canonizados o anónimos. El culto a los santos comenzó con el recuerdo de los mártires y luego la Iglesia veneró a santos obispos, doctores, santas vírgenes, monjes… La Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a celebrar la gloria de todos los santos,  a pedir su ayuda y su intercesión. Éste es su más alto servicio al plan de Dios: honrar a Dios Padre, el todo Santo. Nosotros podemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero. Ellos son nuestros modelos y nuestros intercesores.

Es un día también para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad, por medio del Bautismo: “sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo” (Lv19,2). Es frecuente encontrar quien piensa que la santidad es una meta solo alcanzable por algunos elegidos, por personas heroicas en el ejercicio de la virtud, entre las cuales no nos encontramos los cristianos de a pie. Nada más lejos de la realidad. Santos son todos aquellos que participan del ser de Dios, de la santidad de Dios. Y eso tiene lugar en la Iglesia  mediante la recepción del Bautismo y de los demás sacramentos. S. Pablo se dirige con frecuencia a los cristianos de sus comunidades llamándoles “santos”.

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