Acompañada por familia, amigos y una representación de la
parroquia de La Purísima de Yecla, Raquel Romero Santa, una joven yeclana de 17
años, entró el pasado domingo 3 de julio en el monasterio de las Madres
Carmelitas Descalzas de Piedrahita (Ávila), pasando entonces a llamarse Raquel
de Jesús.
Desde la parroquia de La Purísima de Yecla se desplazó a
Piedrahita un autobús con jóvenes del coro y catequistas, acompañados también
por su párroco, José Antonio Abellán, y el sacerdote Asensio Morales, párroco
de Santa María la Real de Aledo.
Antes de entrar en clausura, Raquel se despidió de sus
cuatro hermanas y de su hermano mayor, Pablo, seminarista de cuarto curso en el
Seminario Mayor de San Fulgencio; y recibió la bendición de sus padres y de los
sacerdotes presentes. Mientras su familia y amigos se despedían de ella
emocionados, Raquel no dejó en ningún momento de sonreír.
Momentos antes de entrar en el monasterio de Carmelitas
Descalzas de Piedrahita, Raquel narraba su testimonio vocacional:
“Me llamo Raquel, tengo 17 años y soy la tercera de seis
hermanos. Mis padres pertenecen al Camino Neocatecumenal y de pequeña siempre
me han inculcado la fe. Los domingos iba a Misa y pertenecía al coro. Siempre
he ido creciendo en la fe y con el Señor. Comulgué y empecé con las catequesis
de Confirmación, y empecé también con dirección espiritual que me ayudó mucho a
iniciarme en la oración, para tener esa intimidad con Dios como todo cristiano
debería tener.
En una peregrinación a Granada y Sevilla con la parroquia (a
los 13 años), en una exposición del Santísimo recuerdo que caí de rodillas y le
pregunté al Señor qué era lo que quería de mí. En ese momento me puse a llorar.
Le pregunté que si no me quería para formar una familia, que si me quería para ser
religiosa o misionera. En ese momento le dije que monja de clausura no, pero
que lo demás, bueno… Terminé muy rara de la peregrinación. Y eso lo llevaba a
la oración y a la dirección.
Entonces comencé a visitar conventos. Fui a Elche, donde
conocí a las Carmelitas Descalzas. En ese momento salió la madre y salieron
también las novicias. A la superiora le conté como había sentido la llamada y
en lugar de tomárselo como una tontuna de una cría, se lo tomó en serio, me
ayudó y me animó. Ahí empecé a mantener relación con el convento.
Esa misma tarde en la oración yo le preguntaba al Señor si
ese verdaderamente era mi sitio; entonces recuerdo que en la Misa me tocaba
leer, yo me pongo muy nerviosa, y le dije al Señor: “Si de verdad me quieres
aquí, que cuando salga que no me tiemble la voz, que me ponga nerviosa pero que
no me tiemble la voz”. Entonces salí a leer, no me tembló la voz y cuando me
senté me dije: “¡Madre mía, que no me ha temblado la voz!”.
Al salir del convento me sentía súper rara, no era yo. Esa
semana cuando me ponía a estudiar lo único que pensaba todo el rato era en las
monjas, iba a cualquier sitio y enseguida pensaba en las monjas. Y todo esto lo
llevaba a la oración.
Lo que me ayudó a decir que sí al Señor en la vida consagrada
contemplativa, fue el ejemplo de Santa Teresita del Niño Jesús, cómo siendo
carmelita es patrona de las misiones. Yo también quería ser misionera. Me
ayudaba que ella cada paso que daba en el convento era por las misiones.
Entonces me dije: “si ella es patrona de las misiones en la clausura pues yo
también lo puedo ser”.
¿Cómo de Elche me voy a Piedrahita? Pues estas hermanas ya
tenía el número máximo de religiosas en la comunidad, 21, entonces las más
jóvenes con la madre, decidieron irse a fundar a otros sitios para dar la
oportunidad de que otras chicas pudieran entrar. Cuando me lo dijeron yo tenía
dos posibilidades: quedarme en Elche, que está más cerca, o irme a Piedrahita
(Ávila). Lo puse en la oración, pero yo tenía claro que me quería ir con la
madre que era la que me había ayudado desde un principio, la que me había
animado y con las más jóvenes que eran las que siempre salían (al
locutorio).
Es en la oración, donde he encontrado la paz, esa intimidad
con el Señor, la perseverancia de todos los días.
Para mí la cruz más grande que he podido tener en estos
cuatro años de vocación ha sido los estudios. A mí siempre me han costado mucho
los estudios. Al ponerme a estudiar me podía la pereza, la desgana, me costaba
muchísimo, pero el Señor siempre me daba su mano. Y sobre todo también la
presencia de la Virgen María. Yo soy de Yecla y el pueblo es muy mariano. La
Virgen María me ha ayudado siempre, ella como una madre ha estado siempre a mi
lado, en todas las caídas, me ha ayudado siempre a levantarme.
Quiero animar a los jóvenes, que estén dispuestos a decirle
que sí al Señor, a que no tengan miedo, que nuestros planes no son los del
Señor. Que nosotros muchas veces tenemos nuestros planes: casarme, tener este
trabajo, irme a tal sitio a estudiar… Pero el Señor tiene otros planes para
nosotros. Que estemos dispuestos a lo que el Señor nos pida en cada momento y
no tengamos miedo a decirle que sí, que Él siempre nos va a ayudar y nos va a
dar siempre su mano.
Estoy muy contenta, estoy a punto de entrar en el convento.
Estos años he visto la presencia del Señor continuamente en mi familia, en mis
amigos. La alegría es inmensa. Que siempre estemos dispuestos a decirle que sí
al Señor en todo lo que nos pide".
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