Como os indicaba ya en mi Carta Pastoral ¡Ya es tiempo de caminar!, hemos concluido este sábado 19 de septiembre la misión diocesana con una gran peregrinación de toda la Diócesis a la ciudad de Ávila para presentar los frutos obtenidos y lucrar el jubileo teresiano que terminará el próximo 15 de octubre con la solemne fiesta de Santa Teresa.
El Año Jubilar Teresiano está siendo un año de gracia y perdón para la Iglesia abulense en particular. Es una gracia que aprovecha tanto a los miembros de la Iglesia militante, peregrinos de este mundo, como a los fieles difuntos de la Iglesia purgante, por quienes ofrecemos sufragios para su pronta purificación.
Tanto el jubileo como la peregrinación diocesana renuevan nuestra vida cristiana, y son una invitación a volver a Dios con empeño renovado y vivir en caridad con nuestros hermanos. «La peregrinación -nos dice Papa Francisco- es un signo peculiar porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada… La peregrinación, entonces, sea estímulo para la conversión» (Misericordiae vultus, 14).
La peregrinación, especialmente la que se hace a pie, es una
incursión en el interior de la persona, un ejercicio de solidaridad y un acto
de esperanza continua en la posibilidad de alcanzar la meta. Estas tres
experiencias son las más notables. Otra muy acusada es también el esfuerzo
diario para superar las dificultades de la vida, asumiendo el sacrificio como
elemento connatural que nos acompaña en el camino de nuestra existencia. En
definitiva, la peregrinación aporta al caminante una renovación interior en la
que nos sentimos solidarios, esperanzados, vencedores de la fatiga, y comprobamos
la victoria final. Así lo hemos vivido ayer como iglesia diocesana, como
iglesia que peregrina en Ávila.
Hemos peregrinado hacia la Catedral, Iglesia madre, como
signo de que deseamos y necesitamos volver siempre a la fuente original de
nuestra fe para poder renovarnos y continuar con un corazón nuevo y una
disposición nueva para reemprender el camino de la evangelización.
El Papa nos ha alentado a todos en su mensaje para el
Centenario diciendo: «En la escuela de la Santa andariega aprendemos a ser
peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su
vida y de su obra. Ella entendió su vida como camino de perfección por el que
Dios conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone
en marcha hacia los hombres».
Queridos diocesanos, que María, nuestra Madre, nos proteja y
nos acompañe en todos los momentos de nuestra vida, como acompañó a Santa
Teresa desde el momento que le ofreció su vida y solicitó de ella su protección
y su amparo. La Santa tuvo una inmensa claridad en su inteligencia para
comprender el amor de Cristo, ella nos trasladó su amor a Jesucristo en sus
escritos, en sus obras, en sus fundaciones. «Quién nos quita estar con Él
después de resucitado, pues tan cerca le tenemos en el sacramento» -escribía la
Santa-. ¡Ya es tiempo de caminar! Jesucristo va siempre con nosotros.
Con mi bendición y afecto.
Con mi bendición y afecto.
+ Jesús, Obispo de Ávila
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