En el Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa
Francisco se nos invita a hacer memoria
de los Santos y de los Mártires de la vida consagrada con el lema: “ver,
recordar y contar la fidelidad a Cristo”. Una “memoria” en forma de acción de
gracias por todos los consagrados que, respondiendo a la llamada de Jesucristo,
casto, pobre y obediente, se han configurado con Él en el “amor hasta el
extremo”.
En su carta apostólica a los consagrados, Papa Francisco invita
a «mirar al pasado con gratitud», pues los santos y mártires son los que han
personificado y dado vida a los carismas que el Espíritu Santo ha regalado a la
Iglesia. «Recorrer la propia historia es alabar a Dios y darle gracias por
todos sus dones» (Carta apostólica a los consagrado, I, 1), nos dice el Papa.
Recordamos entonces a los que, en el siglo XX, hicieron de
Ávila una tierra de mártires: los Beatos Andrés y Vicente Majadas Málaga,
hermanos, nacidos en Becedas; Felix Maroto Moreno, de Gutierremuñoz, y
Marcelino Ovejero Gómez, de Becedas, los cuatro franciscanos; el Beato Juan
María de la Cruz, de San Esteban de los Patos, religioso de los Sacerdotes del
Corazón de Jesús (PP. Reparadores); María Asumpta (Juliana) González
Trujillano, de Barco de Ávila, franciscana misionera de la Madre del Divino
Pastor; Lucía (María de Jesús) González García, Adoratriz, nacida en San
Esteban del Valle; los carmelitas Daniel María y Aurelio María García Antón,
hermanos nacidos en Navacepeda de Tormes; Eduardo González Santo, de esta
ciudad Ávila, de la Orden de Predicadores; los PP. agustinos, Macario y Tomás
Sánchez López, nacidos en Hoyocaser, y Juan Sánchez Sánchez, de Diego Álvaro; y
el Beato Anastasio Garzón González, salesiano nacido en Madrigal de las Altas
Torres.
Haciendo memoria agradecida de los santos y mártires de la
vida consagrada, en la misa celebrada el 26 de septiembre den el monasterio de
la Encarnación, proclamamos con ellos la grandeza del Señor, pero también es
necesario que su testimonio salga a la calle, que extendamos el testimonio que
dan de su fidelidad a Cristo, de su fidelidad al “amor hasta el extremo”. La
vida de los santos y beatos mártires, sus virtudes, son nuestros estímulos para
que seamos capaces de salir a las periferias existenciales de nuestros
hermanos, para que seamos -como ellos- mártires con los mártires de hoy. «Hay
toda una humanidad que espera: personas que han perdido toda esperanza,
familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes sin futuro alguno, enfermos
y ancianos abandonados, ricos hartos de bienes y con el corazón vacío, hombres
y mujeres en busca del sentido de la vida, sedientos de lo divino... No os
repleguéis en vosotros mismos… Encontraréis la vida dando la vida, la esperanza
dando esperanza, el amor amando» (Carta apostólica a los consagrados, II, 4),
nos dice Papa Francisco.
Queridos hermanos y hermanas, que María, Reina de los santos
y mártires, nos acompañe y nos ayude siempre a poner en valor y a actualizar la
invitación de su Hijo Jesucristo: «el que quiera seguirme, que se niegue a sí
mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo» (Lc 9,23). Y que todos
los santos y mártires abulenses intercedan por nosotros en nuestro camina hacia
una nueva evangelización.
Con mi bendición para todos.
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