En torno a la
fiesta de san José, patrón de la Iglesia universal, celebramos el día del
Seminario, del que es singular protector. Este año el lema de la campaña está
inspirado en el estribillo de uno de los poemas más conocidos de Sta. Teresa de
Jesús: “Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?” Esta pregunta ha de convertirse
también en el estribillo de nuestro diálogo cotidiano con el Señor. Cuando uno,
como nuestra Santa, se da cuenta de que no existe por casualidad ni es el dueño
absoluto de su vida, sino que la ha recibido como un regalo que no le pertenece
y que Dios le ha creado para algo grande, entonces no puede por menos de
ponerse ante Él y decirle siempre de nuevo: “vuestro soy, para Vos nací, ¿qué
mandáis hacer de mí?” Si la respuesta es la llamada del Señor a seguirle más de
cerca en el ministerio sacerdotal y uno corresponde generosa y decididamente,
la Iglesia le abre las puertas del Seminario.
En esta hora
¿qué manda hacer de nosotros el Señor y qué nos manda hacer respecto al
Seminario? Cuando con el corazón vuelvo mi mirada a nuestro Seminario diocesano
me vienen tres palabras que querría compartir con vosotros: agradecimiento, centralidad
y compromiso.
Agradecimiento porque
el Seminario está vivo, no es sólo un edificio de piedra sino una comunidad de
personas en quienes Dios nos manifiesta que sigue llamando y que hay jóvenes
dispuestos a responderle con determinación, entrega y alegría. ¡Y esto es un
milagro asombroso! Es un milagro que tengamos nueve seminaristas mayores, de
los cuales dos son ya diáconos y el resto estén formándose en nuestro Teologado
en Salamanca. Es un milagro que un grupo de muchachos participen cada quince
días en el Seminario en familia o en los encuentros vocacionales para pedir al
Señor que les muestre – como decía la Santa – el estado en que le han de servir
(cf. Vida 3,2). Por cada uno de ellos, con su rostro y su historia, damos
gracias al Señor. En ellos está haciendo “obras grandes”; a través de ellos, de
su ejemplo y entusiasmo, interpela a otros muchos; con ellos miramos con
esperanza el futuro.
Centralidad. El
Seminario, “corazón de la diócesis”, nos invita también a valorar y a tomar
conciencia cada vez más de la necesidad de los sacerdotes para la vida de la
Iglesia y del mundo. ¡Necesitamos sacerdotes! En estos últimos años han
fallecido muchos en nuestro presbiterio. Pero los necesitamos no sólo por
razones numéricas o de atención pastoral sino, sobre todo, porque el mundo sigue
necesitando hoy hombres que, haciendo las veces de Cristo, le ofrezcan una
Palabra de luz verdadera, un Alimento de Vida eterna, un Amor que cure y salve,
una Guía orientadora hacia Dios. En su tiempo, Sta. Teresa fue muy sensible a
esta necesidad de sacerdotes, los “capitanes del castillo”, y a la complejidad
de su misión en el mundo, porque “han de ser los que esfuercen la gente flaca y
pongan ánimo a los pequeños”. Y añadía: “¡buenos quedarían los soldados sin
capitanes!” (Camino 3,2).
Compromiso. Por eso,
lo primero y principal que hizo Sta. Teresa y recomendó a sus monjas – y a
nosotros – es orar por ellos y por las vocaciones al sacerdocio, pues es Dios
quien llama. “Para estas dos cosas cosas – decía la santa Madre – os pido yo
ser tales que merezcamos alcanzarlas de Dios: la una que haya muchos… y a los
que están muy dispuestos, los disponga el Señor; que más hará uno perfecto que
muchos que no lo estén. La otra, que después de puestos en esta pelea… los
tenga el Señor de su mano” (Camino 3,5). Pero a la oración constante se ha de
unir también – como nos recuerda el papa Francisco – el “fervor apostólico
contagioso” de nuestras comunidades cristianas, especialmente el testimonio de
sacerdotes “entregados y alegres”, que entusiasme y resulte atractivo para
nuestros niños y jóvenes, junto al atrevimiento a proponerles sin miedo en
nuestras familias y parroquias la vocación al sacerdocio como un camino de
plenitud personal (cf. EG 107). San Juan Pablo II lo dijo en Cuatro Vientos: “al
volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida os puedo asegurar
que…merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos!”
“Señor, ¿qué
mandáis hacer de mí?” Tres actitudes nos pide a todos ante el Seminario:
agradecimiento, conciencia de la necesidad de sacerdotes, compromiso orante y
personal. El aumento de vocaciones al sacerdocio es uno de los frutos que
esperamos alcanzar del Señor en este año Jubilar teresiano y en la misión
diocesana en marcha (cf. Carta Pastoral V Centenario, 84-87). Permitidme terminar
dirigiéndome a los jóvenes de Ávila con las palabras que les escribió Benedicto
XVI con motivo del Centenario de la Fundación de San José: “Aspirad también
vosotros a ser totalmente de Jesús, sólo de Jesús y siempre de Jesús. No temáis
decirle a Nuestro Señor, como ella: «Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis
hacer de mí?» (Poesía 2). Y a Él le pido que sepáis también responder a
sus llamadas iluminados por la gracia divina, con «determinada determinación»,
para ofrecer «lo poquito» que haya en vosotros, confiando en que Dios nunca
abandona a quienes lo dejan todo por su gloria (cf. Camino de
perfección 21,2; 1,2)”.
Con mi afecto y
bendición,
+ Jesús, obispo
de Ávila.
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