Aunque apenas hablamos de ello porque no sucede
en Europa, existe una honda preocupación en toda la Iglesia por la incesante
persecución religiosa a cristianos de Oriente Medio y algunas regiones de África.
Se podría decir, incluso, que este hostigamiento es aún mayor que el que tuvo
lugar en los inicios del Cristianismo. La situación que se vive en determinados
países es muy trágica. Los ataques a los fieles cristianos, y de otras
confesiones, se llevan a cabo rutinariamente en algunos Estados: los miles de
refugiados en Siria; el rapto de niñas y la quema de escuelas e iglesias por
Boko Haram en Nigeria; en Arabia Saudí se impide la manifestación pública de la
fe cristiana, celebrar misas o llevar signos religiosos; en Pakistán, una ley
contra la blasfemia ha originado sentencias de muerte contra misioneros y
sacerdotes por proclamar su fe; en Libia asesinaban recientemente a 21
cristianos coptos, recogidos en espeluznante video; y especialmente difícil es
la situación que se vive en Irak con la proliferación de ataques del
autodenominado Estado Islámico.
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