En este IV Domingo de Pascua la Iglesia nos propone rezar
especialmente por las vocaciones. En mi
escrito del Día de San José compartía con vosotros la necesidad de pedir «al
dueño de la mies que envíe operarios a su mies.» El Papa Francisco nos lo
recuerda también hoy con palabras de Jesús: «La mies es abundante, pero los
trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores
a su mies». Como señala San Juan de la Cruz: «Hacia el cielo se ha de abrir la
boca del deseo» y, si bien es cierto, que en ocasiones Dios no satisface todos
nuestros deseos, no es menos cierto que nunca deja incumplidas sus promesas.
El lema
escogido para esta Jornada dice: «Sal a darlo todo.» Es una invitación total,
cargada energía. Nos recuerda los ánimos que un entrenador de fútbol comunica a
sus jugadores ante la disputa de una gran final. Salir a darlo todo supone
vaciarse de uno mismo. Después, el resultado será más o menos positivo, pero
nada se le podrá reprochar al jugador que lo ha dado todo en el campo, al que
no se ha rendido ante las dificultades. Nos dice el Papa: «toda vocación, no
obstante la pluralidad de los caminos, requiere siempre un éxodo de sí mismos
para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio. Tanto en la vida
conyugal, como en las formas de consagración religiosa y en la vida sacerdotal,
es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la
voluntad de Dios.»
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