Esta semana nos hemos encontrado
con esta joya de artículo, que publica en el periódico Religión
en Libertad el abulense Fernando de Navascués. En él, retrata a la
perfección a uno de nuestros nuevos seminaristas, Álvaro Campón.
Por su interés, queremos
compartir con vosotros el artículo. Esperamos que os guste.
El grupo de montaña de la
parroquia acercó a Álvaro a la fe... y a la vocación sacerdotal
Álvaro Campón nació y ha vivido
siempre en Avila, fue a un colegio católico, ha ido a la universidad e,
incluso, trabajaba en un laboratorio. Una vida normal y corriente hasta aquí,
pero con un par de notas a tomar en cuenta: nació en una familia no practicante
y hoy estudia para ser sacerdote en la Pontificia de Salamanca.
Biotecnología en el laboratorio
“Nací en Ávila en el año 1989,
crecí y viví también en Ávila. Iba al colegio Asunción de Nuestra Señora, desde
los dos años que entré en la guardería, hasta que salí en segundo de
bachillerato”, explica Alvaro, después estudió Biotecnología y pasaba largas
horas en un laboratorio. Una vida bien encaminada.
“Realmente nunca he vivido la fe
dentro de mi casa", comenta Alvaro. Fui bautizado y tomé la comunión
e incluso empecé la catequesis de confirmación sin creer en Dios. Era algo que
tocaba, y ya está”.
Valores previos a la fe
Lo bueno de su familia es que sus
padres siempre le educaron en unos valores firmes especialmente para que
eligiera con libertad: “Cierto es que no he vivido la fe en mi casa ni en la
comunidad parroquial hasta que no lo he elegido por mí mismo; pero si hay algo
que me han inculcado mis padres es la capacidad de ser libre para elegir,
de la honestidad con uno mismo y de la coherencia. Sin esta educación –explica
Alvaro- dudo que hubiera tenido el valor para dar el paso que he dado. Sin
saberlo han sido y siguen siendo instrumentos de Dios en mi vida”.
Sus dos grandes pasiones de
adolescente, y todavía hoy, son la música y la montaña: “La providencia
quiso que me encontrara de frente con una parroquia donde se vivía intensamente
esto que a mí me apasionaba: clases de guitarra y campamentos de montaña.
Entonces tenía 15 años”.
Dos monjas enamoradas de Cristo
En la parroquia se encontró con
dos monjas muy especiales: “Me hicieron comprender con su vida que se sentían
amadas por Dios, que eran felices porque sabían por quién vivir, que merecía la
pena conocer a Cristo. Y al final –confiesa Alvaro- todo se pega, la alegría se
contagia, y el Evangelio entra en nosotros con una fuerza que no podemos
explicar ni entender”.
Y es que Dios cuando entra en la
vida de una persona y está dispuesto a cambiarla, lo hace con todas las
consecuencias: “Dios ha salido a mi vida, me he sentido mirado, me he sentido
capacitado para lo que me pedía a través de la Iglesia, me he sentido amado y
consolado, me he sentido escogido. No puedo contar en unas frases la
experiencia de Cristo, es algo que me sobrepasa. Solo puedo decir que sólo
con Él he sido capaz de salir de mí mismo, de descubrir la belleza, de
sentirme pequeño (como un insignificante humano más en este paso fugaz por la
vida), y a la vez enorme (amado por Él)”, explica.
He entregado mi vida a quien me
ama
¿Y por fuera?: “He cambiado
exteriormente. Ahora soy seminarista, vivo en una comunidad con 14
hermanos y dos formadores a los que quiero y con los que convivo a diario
-revela. Ha cambiado radicalmente mi actividad, ahora estudio Teología en la
Universidad Pontificia de Salamanca después de años estudiando una carrera de
ciencias naturales”.
Más aún: “Me he enfrentado a mis
miedos, a los prejuicios de los demás e incluso a Dios. Y he crecido. He
crecido como persona y he crecido en la fe, y sigo haciéndolo cada día. He
decidido ser Libre de Verdad, entregando mi vida a quien sé que me ama y ha
dado la suya por mí”.
Mirando hacia atrás nos expone lo
más profundo y humano de su decisión: “Lo más importante en esta vida no es
hacer cosas, sino saber por qué las haces, y en mi caso por quién. Romper ha
sido muy duro –estudios, trabajo, un futuro prometedor-, pero más duro sería
vivir al margen de mi realidad, sin querer ver lo que estaba delante de mis
ojos. Decía Nietzsche que quien tiene un qué y un porqué, puede soportar
casi cualquier cómo. Pues yo en he encontrado mi ‘porqué”.
Dios nos capacita
En un mundo tan secularizado como
en el que vivimos en donde Dios no tiene cabida, o si la tiene se le convoca
como convidado de piedra para ocasiones especiales, Alvaro responde con
autoridad y humildad a la vez cuando le preguntamos que por qué Dios le ha
elegido a él: “Alguien dijo alguna vez que Dios no elige a los capacitados sino
que capacita a los elegidos. Está todo en sus manos. Y realmente me he sentido
como Teresita de Lisieux: ‘Yo pensé que había nacido para la gloria, y buscando
la forma de alcanzarla, comprendí que el Amor lo es todo. ¡El Amor me ha
escogido a mí, que soy tan poca cosa!”
Bueno, una vez encontrado el
Quién y el Cómo e, incluso, de alguna forma especial el Por Qué, se atreve a
lanzar un mensaje a los jóvenes de su edad: “Encontrad vuestro ‘porqué’. No
todo merece la pena. Hay algo que da una alegría plena: saberte elegido para
una misión. Estad atentos y no tengáis miedo a seguir el camino si esa es
vuestra vida. No seamos indiferentes al mal, seamos valientes, no hay
nada tan grande como vivir por, para y en el Amor. Y repitiendo las palabras de
Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, ‘no os conforméis
con menos que la Verdad y el Amor”.
Dios sigue invitando a los
jóvenes a seguirle
En esta misma línea nos responde
Ángel Pérez Pueyo, el Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de
Seminarios de la Conferencia Episcopal Española: “Me resisto a creer que algún
día haya jóvenes que no piensen, que no sientan, que no se compadezcan de
tantos hombres y mujeres ‘crucificados’, heridos, rotos, vacíos, deshabitados
interiormente… que no escuchen la voz del Señor en ellos que les invita a ser
su ‘cirineo’, a cargar con su cruz para que puedan sentirse verdaderamente
sanados, perdonados, amados incondicionalmente por Dios”.
Y es que Dios sigue llamando,
como a Álvaro Campón, capaz de dejar todo para seguir a Jesús: “Actualmente hay
mucha gente desencantada que se sienteabandonada a su propia suerte y dirige su
mirada confiada a Dios –explica don Angel Pérez-, como nos recuerda el Papa
Benedicto XVI, conscientes de que el mundo sólo es redimido por el Crucificado,
que les devuelve la dignidad de hijos de Dios”.
Ser sacerdote, una vida
fascinante
Frente a quienes piensan desde
fuera, ¡siempre desde fuera!, que la vida del sacerdote es algo triste y que
supone algo penoso, este sacerdote nos explica desde su experiencia personal
que “ser sacerdote sigue siendo fascinante para aquellos jóvenes que se
sienten urgidos a propiciar y favorecer, entre unos y otros, la armonía, el
equilibrio, el respeto, la libertad, la dignidad, el cariño, la reconciliación
entre los hombres y Dios…”
¿Cómo son los sacerdotes del
siglo XXI?
Los sacerdotes no caen del cielo,
con los bolsillos repletos de estrellas, sino que nacen en el seno de una
familia y crecen al calor de los diferentes grupos juveniles, comunidades
cristianas, movimientos apostólicos…
Don Angel Pérez aclara: “Son
jóvenes normales, hijos de su tiempo”. Y nos detalla lo siguiente: “Son jóvenes
que se sienten interiormente cautivados por el Señor y su Evangelio; están
dispuestos a vivir su seguimiento al Señor en condiciones de riesgo,
radicalidad y total disponibilidad. La mediocridad no cautiva a
nadie. Viven sin complejos, y les gusta vestir de negro como expresión de
su identidad; se les nota centrados, identificados e ilusionados; aceptan su
debilidad y vulnerabilidad, se saben criaturas, necesitados de la gracia”.
“De ordinario, la mayoría de la
gente no se adhiere a la fe por un razonamiento brillante sino por un
testimonio de vida. Hay personas que hacen creíble a Dios en el mundo. Este es
hoy nuestro gran desafío: ‘Hacer creíble a Dios, hasta dar la vida si hiciera
falta”, concluye don Ángel Pérez.
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