Queridos diocesanos,
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Estas palabras condujeron a san Segundo hasta Ávila para traernos la luz del
Evangelio, la Buena noticia de la salvación. Celebrar a san Segundo es hacer
memoria del primer anuncio evangelizador que dio origen a la Iglesia de Ávila. Nos
dice el Papa Francisco que la alegría evangelizadora siempre brilla sobre el
trasfondo de la memoria agradecida. Pues bien, hoy volvemos la memoria a
nuestro padre en la fe, uno de los varones apostólicos que a principios de la
era cristiana evangelizó nuestra tierra. La Palabra de Dios, predicada por san
Segundo, se expandió pronto y se ha mantenido en el alma de los abulenses en esta
ciudad, en cada pueblo y aldea.
Haciendo memoria agradecida de san Segundo y
acogiendo la reciente exhortación “La alegría del amor” os invito a reflexionar
sobre la transmisión de la fe.
El hogar es el lugar donde se enseña a
percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo.
Esto comienza en el bautismo, donde, como decía san Agustín, las madres que
llevan a sus hijos “cooperan con el parto santo” (es decir, nacimiento a la
vida de Dios). Después comienza el camino del crecimiento de esa vida nueva. La
fe es don de Dios, recibido en el bautismo, y no es el resultado de una acción
humana, pero los padres son instrumentos de Dios para su maduración y
desarrollo. Entonces es hermoso cuando las mamás enseñan a los hijos pequeños a
mandar un beso a Jesús o a la Virgen. ¡Cuánta ternura hay en ello! -dice el
Papa-. En ese momento el corazón de los niños se convierte en espacio de
oración. Pero la transmisión de la fe supone que los padres vivan la
experiencia real de confiar en Dios, de buscarlo, de necesitarlo.
Gran ayuda para los padres es la catequesis
familiar. Os invito vivamente a practicarla. Los padres no estáis solos en la
educación de la fe: os acompaña la comunidad parroquial, los sacerdotes, los
catequistas, los movimientos y las iniciativas de formación que os brindan en la
parroquia y, naturalmente, el obispo. Todos estamos con vosotros. Aprovechad
estos recursos para seguir creciendo en la fe y para transmitirla a vuestros
hijos o a vuestros nietos.
El ejercicio de transmitir a los hijos la fe ayuda
a que la familia se vuelva evangelizadora. Los hijos que crecen en familias
misioneras a menudo se vuelven misioneros, si los padres saben vivir esta tarea
de manera que los hijos crezcan en este ambiente, sin renunciar a su fe y a sus
convicciones.
Al anunciar explícitamente el Evangelio, la
familia se convierte en sujeto de la acción pastoral, ciertamente, pero también
hay muchas otras formas de ser testigos de la fe desde la familia: la
solidaridad con los pobres, la apertura a las personas: a la esposa, al
esposo y a os hijos, la custodia de la
creación, la solidaridad moral y material hacia otras familias, sobre todo a
las más necesitadas, el compromiso con la promoción del bien común, incluso
mediante la transformación de las estructuras sociales injustas; a partir del
territorio en el cual la familia vive, practicando las obras de misericordia
corporales y espirituales.
Queridos diocesanos, que en el corazón de cada
familia resuene el kerygma, el anuncio de la Buena Noticia de Jesús a tiempo y
a destiempo. Sólo entonces las familias serán a la vez iglesias domésticas y
fermento evangelizador en la sociedad. ¡Mucho ánimo! Que san Segundo os ayude en
esta tarea.
Con mi bendición y afecto,
+ Jesús, Obispo de Ávila
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