¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu
nombre en toda la tierra! Esta estrofa del salmo 8 sirve para expresar nuestro
gozo pascual por el triunfo de Cristo en su resurrección, del que ha
participado de manera especial santa Teresa de Jesús. A ella se pueden aplicar
singularmente los versículos del salmo que la carta a los Hebreos considera
cumplidos en Cristo como vocación de todo hombre: «la hiciste poco inferior a
los ángeles, la coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las
obras de tus manos».
En este marco pascual celebramos el IV
Centenario de su beatificación. Santa Teresa fue beatificada por el Papa Pablo
V el 24 de abril de 1614. El proceso canónico lo inició D. Jerónimo Manrique,
Obispo de Salamanca, continuó el Nuncio de Su Santidad e intervino el Obispo de
Ávila, y obispos de otras diócesis. El 10 de noviembre de 1612, el Cardenal
Horacio Lancelotti hizo relación de las virtudes heroicas de integridad, pureza
y santidad de vida de la Beata Madre Teresa de Jesús; después de la cual, se
decretó: “probadas las virtudes de la sierva de Dios Teresa de Jesús, procédase
a la siguiente etapa”.
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