Hoy comienza el Adviento, tiempo de
preparación para la Navidad. En pocos días, las calles se llenarán de luces, los
villancicos comenzarán a sonar, las casas se llenarán de bellos adornos. Por
eso, hoy quiero poner con vosotros el Nacimiento, parándonos a reflexionar
sobre cada una de sus escenas:
El Portal de Belén. El Hijo de Dios, pese a su grandeza, ha
venido al mundo en medio de la más absoluta pobreza, en el silencio y la
soledad del campo, en la humildad de un sitio destinado para los animales. La
celebración de la Navidad no nos propone sólo ejemplos a imitar, como la
humildad y la pobreza del Señor, su benevolencia y amor a los hombres; sino que
más bien es la invitación a dejarse transformar por el mismo Dios
hecho carne. En este Niño, Dios se ha hecho tan próximo a cada uno de nosotros,
tan cercano, que podemos tratarlo de "Tú" y mantener con Él una
relación confidencial de profundo afecto, como hacemos cuando nos encontramos
con un recién nacido. Porque, quien no acoge a Jesús con el corazón de niño, no
puede entrar en el Reino de los Cielos.
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