Entre tantas luces, villancicos, adornos,
cenas y regalos, se puede llegar a perder el sentido de la Navidad. La
publicidad y el consumo desmedido pueden empañar nuestra mirada y cerrar
nuestro corazón a la verdad de este gran acontecimiento que recordamos cada
diciembre: el hecho gozoso de que Dios ha querido hacerse hombre, que quiere
estar con nosotros y permanecer a nuestro lado como guía en el camino de la vida.
Celebrar la Navidad es recordar cómo Dios se adentra en nuestras vidas
como una pequeña luz de amor y de paz, algo que no debemos olvidar nunca y que
hoy parece querer ser oscurecido por el brillo de las luces navideñas, las
compras, los regalos y tantas otras cosas que hacen que el Niño Dios quede
olvidado en un rincón de nuestras vidas, mientras otras cosas ocupan el lugar
que Dios debería ocupar. «La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la
recibió» (Jn 1, 5), nos dicen el evangelio de Juan.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
"El Niño Jesús nos trae luz de esperanza"
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