lunes, 4 de marzo de 2013

"Se necesita un Papa místico, con mucha energía y mucha fuerza"

Por su interés, reproducimos la entrevista que realizaba hace unos días la periodista Elena Rodríguez (de la Agencia ICAL) al Obispo de Ávila, Mons. Jesús García Burillo. También puede leerla en la edición digital de Diario de Ávila

Foto: Agencia ICAL

Jesús García Burillo recuerda entre risas –don Jesús es un hombre risueño- aquel 23 de febrero de 2003 en el que llegó a Ávila para iniciar su camino como obispo de esta diócesis. Venía de Alicante, así que los que emprendieron junto a él el viaje para acompañarlo en el comienzo de su nueva responsabilidad, se mostraron “llenos de compasión” por las gélidas tierras a las que había sido destinado; de ahí que, según recuerda, gran parte de los regalos que recibió tenían el cometido de ayudarlo a luchar contra el frío. En esta entrevista concedida a Ical, García Burillo analiza los cambios que ha experimentado la sociedad en la última década y cómo ha respondido la Iglesia a las nuevas exigencias de los ciudadanos. Reconoce una “recesión en la fe” que atribuye a la abundancia de la que ha gozado la sociedad y defiende que la institución a la que representa ha sido “radical” en asuntos tan delicados como la pederastia. En una semana en la que Benedicto XVI ha dicho adiós, el prelado rechaza las elucubraciones que ha suscitado su repentina renuncia y reclama a un “místico” para tomar las riendas del ministerio petrino. Don Jesús mira al futuro con esperanza e ilusión, especialmente en lo que concierne a Ávila que tiene en su agenda acontecimientos de trascendencia mundial como el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Dice estar “muy feliz” en esta diócesis donde seguirá “los años que el Señor quiera” y se declara “dispuesto a llegar hasta el final”.


¿Qué balance hace de sus diez años al frente de la Diócesis de Ávila?
Yo estoy muy agradecido a Dios y a las personas que me han acogido en la diócesis. Ése es el sentimiento más importante, aunque también estoy preocupado por si no he sido capaz de servir a la Iglesia como ella necesitaba en este momento. Por otra parte, me siento esperanzado porque cada día es una etapa nueva. Estamos en el Año de la Fe y en unas circunstancias muy importantes para la diócesis como el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Además, la propia situación social completa las razones que nos llevan a vivir con muchas ganas y con mucha esperanza.

La sociedad ha cambiado radicalmente en estos últimos diez años y los ciudadanos cada vez son más exigentes con todas las instituciones. ¿Cree que la Iglesia ha sabido responder a esa exigencia de transparencia y austeridad?
La Iglesia está afectada por la crisis como el resto de ciudadanos e instituciones. Primero por la situación económica y segundo por su sensibilidad hacia lo social, sensibilidad que se convierte en una entrega de sí mismo y en un compartir los bienes que se visualizan a través de Cáritas. Y a Cáritas la Conferencia Episcopal ha destinado una parte de su presupuesto, seis millones de euros, que podrían ir en beneficio de los sacerdotes. En Ávila invitamos a que la comunidad religiosa donara su paga extraordinaria. La esencia de la posible recuperación económica está en compartir y la Iglesia es pionera en este sentimiento.

¿Qué otros esfuerzos ha hecho la Iglesia como respuesta a la crisis?
Desde el punto de vista económico, muchas más cosas no puede hacer porque vive de compartir los bienes de todos los cristianos. A la hora de hacer la distribución puede dedicar una mayor parte a estas necesidades, pero también hay que tener en cuenta los inmensos gastos que implica el mantenimiento del patrimonio y para los que cuenta con menos aportación de las administraciones. Creo que la Iglesia se ha adaptado muy bien a la situación de carencia y de carestía actual, sin olvidar su apuesta por la justicia social y otras aportaciones para crear conciencia social.

¿Le preocupa que Cáritas acabe desbordada?
Cáritas está haciendo un papel extraordinario, pero es limitada y no se le puede pedir lo que no puede dar. Puede atender necesidades elementales de vivir, vestir y comer, pero no se puede hacer cargo de los alquileres o las facturas. No es el Ministerio de Asuntos Sociales y no cabe duda que en este momento está llegando al tope de sus posibilidades.

Se ha reclamado a la Iglesia el pago del IBI, ¿por qué defienden esa exención fiscal?
La Iglesia paga el IBI como el resto de las instituciones que están sometidas a ello, pero está libre de los grandes edificios cuya finalidad es el servicio social. Más bien la Iglesia necesita apoyo, porque un templo es un lugar de culto pero también un centro de socialización y de rearme moral; un lugar donde se adquieren fuerzas para afrontar la vida y luchar en condiciones difíciles. La Iglesia da un plus de energía moral al ciudadano que lo capacita para superar las dificultades.

¿Cree que la fe también está en crisis o se refuerza en estos tiempos de dificultad?
Es evidente que estamos en una situación de recesión de la fe desde hace décadas y que la práctica religiosa es menor. No obstante, hay grupos que han crecido en fortaleza de la fe y personas que están regresando de un modo de vida donde no encuentran todas sus aspiraciones, por lo que emprenden un nuevo camino que no lleve a la desertización sino al oasis. En la situación económica tan grave actual hay un recurso a la plegaria muy fuerte. Cuando las dificultades son grandes y la carencia de fe es grande, surgen fuerzas movidas por el espíritu que llevan a una consolidación y manifestación mayor de la fe; seguramente a una purificación. Hay una búsqueda y una sed de Dios que aparece especialmente en estos tiempos, como demuestra que las vocaciones sacerdotales aumentaran el año pasado.

¿A qué atribuye esa recesión de la fe?
Es un fenómeno de las sociedades muy adelantadas técnicamente. Cuando lo tenemos todo al alcance de la mano, se apaga el espíritu. Yo creo que se puede vivir una vida de progreso social sin dejar absolutamente para nada la intensidad de la fe, que es un plus para vivir intensamente. Ese fenómeno -que al progreso tecnológico vaya unida una disminución en el campo de la fe- no tendría por qué darse pero es real: aunque no en todos los casos es así.

¿No cree que la Iglesia también tiene parte de responsabilidad en esa recesión de la fe después de escándalos como el de ‘Vatileaks’ o los casos de abusos a menores?
El Concilio dice que la Iglesia es santa por naturaleza, pero siempre necesitada de purificación. La Iglesia es un misterio, un acontecimiento sobrenatural, es la presencia de Cristo salvador en sus personas e instituciones, pero está compuesta por humanos y donde hay una persona humana, el pecado es posible. También es cierto que aunque los casos son reales, en muchas ocasiones han sido magnificados por ciertos medios de comunicación. Creo que el Papa ha sido muy radical en la toma de decisiones sobre las personas afectadas por esos casos y que la Iglesia ha pedido perdón. La actitud, tanto de este pontificado como el de Juan Pablo II, ha sido de reconocimiento de la verdad.

¿Cuál es su tesis sobre la marcha de Benedicto XVI?
Si se lee con detención lo que él ha dicho, está clarísimo: no tiene fuerzas para seguir adelante. Se necesitan fuerzas grandes para resolver los retos que la Iglesia tiene en estos momentos y él dijo carecer de ellas. Se podían haber tomado otras determinaciones, como Juan Pablo II, que ofreció a la Iglesia su incapacidad y su sufrimiento, pero Benedicto XVI ha reconocido no encontrarse en condiciones físicas ni espirituales para afrontar esta situación. No puede hablarlo con más claridad. Claro que ha habido interpretaciones, suposiciones de algunos medios, pero la realidad es la que el Papa ha dado. Además creo que se ha podido ver un desgaste físico en estos últimos tiempos.

¿Qué cualidades debe tener el nuevo Papa?
Ser un hombre muy de Dios, que ponga el centro de su pastoral en lo que le falta a la sociedad en este momento. La sociedad pierde fuerza en la fe y él debe ser capaz de orientarla. En el Año de la Fe se necesita a un místico, como me parece que lo han sido los dos anteriores, con mucha energía y mucha fuerza porque el ministerio petrino es muy difícil.

¿Con la marcha de Benedicto XVI ha vuelto a aflorar esa imagen oscura del Vaticano?
Pero, ¿ésa es la imagen real o la imagen que se da? ¿Responde a la realidad o es el montaje de algunos medios? Es natural que en un equipo haya criterios diferentes, pero eso no es sinónimo de luchas intestinas porque yo no las he visto jamás. Esas intrigas son un morbo que es necesario alimentar para determinados sectores de los medios y nada tienen que ver con la realidad. No conozco institución donde haya más respeto, más amor y más colaboración en lo esencial. La Iglesia es una institución muy sólida desde el punto de vista humano, social y afectivo, con las limitaciones que el ser humano tiene.

¿Comprende la desafección de los ciudadanos hacia la clase política?
Vivimos momentos realmente complicados. La sociedad necesita líderes fuertes y sólidos que nos ayuden a vivir, pero esos líderes tienen que vivir en verdad, que es lo que da realmente la autoridad para orientar y para apoyar. Hay una inquietud social muy grande, una insatisfacción hacia la realidad y una necesidad de encontrar personas que vivan en verdad. La situación de España y Europa es muy complicada y la economía es un misterio y complica el trabajo de los políticos. También hay que tener en cuenta que aunque las noticias sean reales y concretas, a veces se magnifican.

¿Qué expectativas tiene la diócesis en ‘Credo’, la XVIII edición de Las Edades del Hombre que este año acoge Arévalo?
Esta exposición comprende un patrimonio que se ha formado con la fe de generaciones y generaciones de creyentes y que se pone a disposición de las personas para que tengan oportunidad de descubrir la belleza, la grandeza y la sensibilidad que encierra el arte. Al tratarse de arte religioso, habla de la relación del hombre con Dios y ayuda a descubrir el misterio que encierran los objetos expuestos. Se trata de una muestra con una calidad reconocida mundialmente y, además, fomentar todo lo que sea trascendencia, esperanza y hacer el bien, ayuda muchísimo. La Iglesia está muy feliz de que poner sus bienes al servicio de la contemplación constituya también un motor para reactivar la economía, aunque no sea su principal objetivo. Son rayos luminosos que es necesario aprovechar bien.

¿Qué esperan de un acontecimiento de la magnitud del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa?
El 450 aniversario del convento de San José, primera fundación de Teresa de Jesús, durante 2012 fue un pequeño ensayo ya que aunque tuvo muchos actos y visitas, el V centenario será una celebración en una escala mucho mayor. El elemento espiritual es el esencial y lo trataremos de potenciar por encima de todo. Ese elemento se desarrolla a través de la oración y la plegaria, pero también a través del arte, de la cultura; caminos por los que puede llegar a un ámbito de la sociedad que puede sentirse motivada por esta fuerza espiritual que nace del encuentro con el Señor. La Conferencia Episcopal ha incluido este acontecimiento dentro de su programa pastoral dirigido a todas las iglesias de España porque Santa Teresa tiene una motivación para todos los que tenemos una cultura cristiana que nos mueve enseguida a participar.

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