Con el Santo Crisma consagrado por el Obispo, se ungen
los recién bautizados, y los confirmados son sellados. Se ungen asimismo las
manos de los sacerdotes, la cabeza de los obispos y la iglesia y los altares en
su dedicación. Por su parte, con el Óleo de los Catecúmenos, éstos se preparan
y disponen al Bautismo. Por último, con el Óleo de los enfermos, éstos reciben
alivio en su debilidad.
Para esta Misa, se reúnen y concelebran en ella los
sacerdotes, puesto que en la confección del Crisma son testigos y cooperadores
del Obispo, de cuya sagrada función participan, para la construcción del pueblo
de Dios, su santificación y su conducción: así se manifiesta claramente la
unidad del sacerdocio y del sacrificio de Cristo, que se perpetúa en la
Iglesia.
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