En España es tradición, desde tiempos remotos, visitar a los familiares muertos, adornando y engalanando sus lápidas con flores, acudiendo así en una peregrinación anual al cementerio. En todas las iglesias se ofician misas en memoria de estos seres queridos que sirven para acortar los años de purgatorio en el más allá. La Iglesia nos pide echar en este día una mirada al cielo, donde se encuentran millones de santos anónimos que fueron sencillos fieles de Jesús en la tierra. Están muchos de los nuestros, parientes, amigos, miembros de nuestra familia parroquial.
Este día es una oportunidad para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es sólo hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, superando las dificultades que se nos presenten.
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