domingo, 26 de junio de 2016

"La fecundidad del amor"

Queridos diocesanos:

Ayer hemos celebrado el Encuentro Diocesano de las Familias. Fue una celebración muy hermosa en la que compartimos todos como una gran y verdadera familia. Conviene que sigamos acogiendo con gratitud el rico contenido de la Exhortación Amoris laetitia del Papa Francisco. Hoy me gustaría detenerme en el capítulo quinto, dedicado a la fecundidad del amor. ¿Qué nos dice el Papa?

El amor auténtico es fecundo: genera vida. Por eso, el amor conyugal no se agota en la donación recíproca de los esposos, sino que se prolonga más allá de ellos expresándose en la realidad de los hijos. Los hijos son un don de Dios. Dios, en su infinita misericordia, se fía de los padres y les hace partícipes de lo más propio suyo: de su poder creador. Por eso, los padres han de acoger y custodiar con responsabilidad y asombro el don de los hijos. No son dueños de la vida de sus hijos, sino custodios y guardianes.

El Papa recuerda que «las familias numerosas son una alegría para la Iglesia» y que, en ellas, «el amor expresa su fecundidad generosa». No obstante, conviene entender de manera adecuada la paternidad responsable, que no es procreación ilimitada sino que implica por parte de los padres un uso responsable de su libertad, teniendo en cuenta tanto la realidad social, como su propia situación.

El embarazo es el tiempo gozoso y a la vez difícil de la espera de una nueva vida. Cada niño es un sueño de Dios fruto de su amor eterno del que los padres han de participar soñando a su hijo. De ahí que el Papa señale que un hijo no puede ser nunca una solución para un problema o ser usado para el propio beneficio, sino que «es un ser humano con un valor inmenso». Los niños han de sentirse esperados y amados gratuitamente y de forma incondicional. El Papa Francisco pide a las mujeres embarazadas que cuiden el gozo de la maternidad a pesar de las dificultades, porque el niño merece y necesita de esa alegría que es fruto de saberse instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo.

El Papa señala también la necesidad y el derecho natural del niño a recibir el amor de una madre y de un padre para su íntegra y armoniosa maduración personal. «No se trata sólo del amor del padre y de la madre por separado, sino también del amor entre ellos». Por desgracia, muchos niños y jóvenes viven hoy un profundo sentimiento de orfandad. Los niños necesitan de la presencia materna, especialmente en los primeros meses de vida. El feminismo extremo, que persigue la uniformidad y la negación de la maternidad, es un grave peligro para nuestra sociedad.

El Pontífice recuerda también el papel imprescindible de los padres en la transmisión de la fe. La protección y orientación del padre a los hijos son tan necesarias como los cuidados maternos. Hoy día, el problema no es la “presencia entrometida” de los padres, sino más bien su ausencia y la crisis de autoridad. Los padres han de estar presentes, pero sin ser controladores ni anular a los hijos.

El Papa no olvida a los esposos que no pueden tener hijos y del sufrimiento que esto les supone. Señala la adopción como camino para realizar su paternidad de una manera generosa. No obstante, la procreación y la adopción no agotan la fecundidad del amor.

Queridos diocesanos, la familia que transmite la fe y hace presente el amor de Dios se convierte en familia fecunda. En cambio, cuando se encierra en su propia comodidad y olvida sus deberes sociales, enferma. La celebración de la Eucaristía ayudará a las familias a superar la tentación de la indiferencia y a reforzar sus deseos de fraternidad y compromiso con los más necesitados.

Con mi bendición y afecto,


+ Jesús, Obispo de Ávila

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