El Papa Francisco, en su mensaje para la Cuaresma 2015, nos invita a fortalecer el
corazón para superar la globalización de la indiferencia. Pues bien, ¿cuál es su
propuesta? Mirad, la Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, un «tiempo de
gracia» (2 Co 6,2). Dios no es indiferente a nosotros. Cada uno de nosotros le
interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. En cambio nosotros,
cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás. Entonces
nuestro corazón cae en la indiferencia. Un desafío urgente es afrontar como cristianos
la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real. Por eso,
necesitamos oír el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no
es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de entregar a su Hijo por la
salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y
resurrección de Jesucristo, se abre definitivamente la puerta de Dios al hombre, y la
Iglesia es como la mano que mantiene abierta esta puerta mediante la proclamación
de la Palabra, la celebración de los sacramentos y el testimonio de la fe que actúa por
la caridad.
Por tanto, se hace urgente la conversión. Caminemos por tres caminos de renovación:
la Iglesia universal, la comunidad, y la persona creyente.
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