Este sentido de pertenencia, que nos hace ser y vivir como
un solo cuerpo en Cristo, despierta en nosotros el sentido de
corresponsabilidad. San Pablo nos pone un ejemplo claro: “Aunque es cierto que
los miembros son muchos, el cuerpo es uno. El ojo no puede decir a la mano; “no
te necesito”; y la cabeza no puede decir a los pies: “no te necesito”. Pues
bien, Dios organizó el cuerpo para que así no haya división, sino que más bien
todos los miembros se preocupen por igual los unos de los otros” (I Cor 12,
20ss). Esto quiere decir que todos somos necesarios, todos valemos ante la
responsabilidad de dar vida, crecimiento y vigor a la Iglesia, a la parroquia.
domingo, 16 de noviembre de 2014
"Participar en tu parroquia, cuestión de principios"
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