lunes, 3 de junio de 2013

Silencio y oración por las víctimas de la crisis

Sebastián Gil, párroco del ICM y Arcipreste de Ávila,
animando a los presentes a guardar silencio en la concentración
Más de 300 personas se congregaron el sábado, vísperas del Corpus, en la Plaza de Santa Teresa, secundando así el llamamiento de las 11 parroquias de Ávila capital, que pretendían mostrar su solidaridad con las víctimas de la crisis. Fueron diez minutos de absoluto silencio, seguidos de una vigilia de oración en la iglesia de San Pedro, que se quedó pequeña para la enorme participación que tuvo la convocatoria. Y es que muchas personas tuvieron que quedarse a las puertas para seguir un acto religioso que pretendía rezar por aquellos que peor lo están pasando con las dificultades económicas.

En la vigilia, se leyó además el siguiente comunicado:

“Las gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”. Esta afirmación del Concilio, y la mirada a la realidad de nuestra ciudad, son las que nos mueven a las parroquias Ávila, a realizar esta acción que manifieste nuestra preocupación por la situación actual de nuestra gente.
Miramos la realidad con ojos de creyentes: desde las siguientes convicciones:
- Jesucristo es la fuerza transformadora definitiva del hombre.
- El anuncio del Evangelio a los pobres es señal de presencia del reino de Dios.
- Para la iglesia el servicio a los pobres es expresión de su propia esencia, igual que el anuncio de la palabra y la celebración de los sacramentos.

En esta víspera del Corpus adoramos a Cristo en la Eucaristía y en los pobres que sufren los efectos de la crisis. Por todo ello denunciamos:
- Una situación que despoja de dignidad a tantas personas que se ven avocadas a vivir en los límites mínimos de la supervivencia, sin acceso al trabajo, que es lugar y medio de realización de la persona e instrumento para acceder a los bienes básicos.
- Una situación de inseguridad en la que muchas personas ven amenazada incluso su vivienda en aras a un mercantilismo que pagan las más débiles, arrolladas por unas condiciones económicas impuestas de forma engañosa.
- Una sociedad que está perdiendo la esperanza en un futuro, en la que la mayor parte de nuestros jóvenes ven truncadas sus expectativas de futuro laboral, y por esta misma causa, familiar y social.

Ante estas situaciones nuestras opciones deben ser:
- Esforzarnos en descubrir el rostro de Cristo en los pobres, mirándolos como él lo haría.
- Una mirada que lleve al compromiso, no porque parece que es lo que toca, como solución estética, sino porque los pobres son los primeros en el Reino de Dios.
- Una actitud permanente que se manifieste en gestos concretos, evitando paternalismo, no son nuestros pobres, sino “nuestros compañeros de camino”.
- Desde la cercanía que lleve a comprometer nuestro afecto por los más necesitados: mirarles a los ojos, tocar sus manos, caminar con ellos.
- Desde la solidaridad que brota de la fe en Cristo presente en los pobres: actitud permanente de hermandad, gestos visibles y concretos y cambios de muchos de nuestros hábitos y actitudes insolidarios.

Ante estas realidades os invitamos:
- A suscitar esperanza desde la propia conversión personal.
- A un compromiso activo en la búsqueda de la verdad profunda sobre el hombre y la sociedad actual para superar tantas desigualdades económicas y sociales que claman al cielo.
- En nuestra vida personal buscar la sencillez, y que esta austeridad favorezca una mayor participación en la acción caritativa de las parroquias.
- Desde nuestras responsabilidades en nuestra sociedad, luchar por cambiar las estructuras injustas que no reconocen como prioridad absoluta al hombre y su dignidad como Hijo de Dios, unas estructuras que anteponen el poder del dinero, y convierten al hombre en objeto de explotación deshumanizándolo: de estas estructuras de pecado seremos responsables en la medida en que no luchemos por cambiarlas.

Cristo, presente en la Eucaristía y en el pobre ha anticipado la victoria final. Victoria que se abre camino desde nuestra conversión personal y nuestro compromiso activo en la sociedad.

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