A partir del próximo 4 de marzo habrá en las misas una
variante en la consagración del cáliz. El sacerdote dirá: «Este es el cáliz de
mi sangre… que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los
pecados». Es decir, pronunciará «por muchos» en lugar de «por todos los hombres»,
como ahora hacemos. Por lo cual, quizás alguno se pregunte: ¿a qué se debe esta
variación en el texto litúrgico? Al pronunciar «por muchos» y no «por todos»,
¿no se querrá afirmar que hay personas a quienes la salvación no les va a
alcanzar? Por ser una cuestión importante, me parece de gran interés aclarar la
razón de esta variación.
Expliquemos primero lo que este cambio no quiere decir. La
nueva fórmula no pretende declarar que alguien queda excluido de la redención
obrada por Cristo; esto iría en oposición a la Revelación. Porque Dios, en
efecto, «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad» (1 Tim 2, 4). Es por tanto desacertado entender este cambio en un
sentido restrictivo, como si ahora se quisiera afirmar que Cristo ha entregado
su vida “por unos pocos”. De ninguna manera es así. En la entrega de Jesucristo
están comprendidos todos los hombres. Que son, naturalmente, una gran multitud,
«muchos».
Pero entonces, ¿por qué cambiar la fórmula? Esta es la razón
fundamental: por fidelidad a la palabra de Jesús, tal como nos ha llegado en
los Evangelios. En efecto, Jesús en la Última Cena no dijo «por todos» sino
«por muchos», según lo atestiguan los evangelistas Mateo (26, 28) y Marcos (14,
24). Tanto el arameo (lengua empleada por Jesús), como el griego (lengua en que
los Evangelios traducen sus palabras) distinguen entre “todos” y “muchos”, por
lo que ahora la liturgia acoge literalmente las palabras de Jesús. La fórmula
latina lo expone de este modo: pro vobis et pro multis. Es decir, por «vosotros»,
como dicen Lucas y Pablo refiriéndose a la comunidad, allí presente en la asamblea
eucarística y, además, por «la multitud».
Por otra parte, la versión castellana «mi sangre derramada
por muchos», nos facilitará una mayor comprensión del sentimiento del Señor en
la Última Cena. En efecto, los «muchos» por los que Jesús derrama su sangre nos
evocan aquellos «muchos» que el Siervo del Señor justificó entregando su vida:
«Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos; él
tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores» -dice Isaías 53, 11-12.
A este texto de Isaías alude la entrega de Jesucristo en la Eucaristía: «el
Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en
rescate por muchos» (Mc 10, 45).
Es evidente que Cristo ofrece su vida por todos los hombres,
por «el mundo», tal como el Evangelio de Juan entiende las palabras de la
Eucaristía: «el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo» (Jn 6, 51).
Cabría entender que Jesús, al pronunciar «por muchos», de alguna manera está
aludiendo a “todos”. Sin embargo, por desgracia, no todos acogerán esa carne
que da vida al mundo, pues sabemos que «vino a su casa, y los suyos no lo
recibieron» (Jn 1, 11). La traducción «por muchos», que ciertamente apunta a la
salvación universal, expresa también la trágica posibilidad de que no todos los
hombres quieran beneficiarse de la salvación. Así, cuando en una ocasión le
preguntaron a Jesús: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?», Él les contestó:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán
entrar y no podrán» (Lc 13, 23-24).
Queridos diocesanos, os ruego que acojáis cordialmente esta
novedad litúrgica. La nueva traducción castellana nos asegura el propósito
universal de Dios para salvarnos, pero nos previene ante la desgraciada
eventualidad de que, en mal uso de nuestra libertad, no queramos acoger el
regalo de la salvación; nos estimula, en cambio, a abrirnos a este don. En todo
caso, somos invitados a mantener nuestra fidelidad al Señor, reconociendo que,
de hecho, los creyentes somos una pequeña multitud que socialmente tiende a
reducirse, y a dar gracias a Dios siempre por el beneficio incalculable de su
presencia y salvación por la Eucaristía.
Con mi bendición para todos,
+ Jesús, Obispo de Ávila
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