La semana pasada he mantenido un encuentro con el Comité de
Empresa de Nissan, la factoría de automoción de Ávila que está viviendo unos
momentos de incertidumbre ante su futuro. Fue un encuentro cordial y sincero,
en el que pude escuchar de primera mano la preocupación de los trabajadores por
la situación en que se encuentran tras el cese de producción de uno de los
camiones, y la reducción de las unidades del otro. Durante algo más de una hora
me expusieron cuál era la problemática en que vivían y la conveniencia de que
la sociedad abulense conociera esta realidad. Me sentí verdaderamente unido a
ellos y a todo el mundo del trabajo.
Ciertamente yo sigo con preocupación las noticias que nos
llegan desde Nissan, al igual que de otras empresas con dificultades, arrastradas
por una voraz crisis que se resiste a abandonarnos del todo. No me olvido de la
fábrica de Elgorriaga, cuyos trabajadores pasan meses sin percibir salario, o
de Composites, en Arévalo, con demandas de atrasos, o de tantos autónomos y
pequeños empresarios, a los que les exige un verdadero esfuerzo seguir adelante
día a día con sus negocios, que tristemente en ocasiones deben cerrar. Con
todos comparto profundamente mi preocupación y mi oración de creyente y mi
esperanza.
Es bien conocido que de Nissan viven unas 500 familias que
buscan el sustento con su duro trabajo, lastradas por los vaivenes del mercado.
A ellas hay que sumar otras trescientas de empresas auxiliares. Por tanto,
estamos hablando de casi un millar de familias afectadas por la inestabilidad.
Si Nissan cerrara -es una de las tres opciones que ha admitido la empresa-, la
proporción de abulenses que vería de alguna manera truncado o alterado su
futuro, sería muy considerable. Como ocurrió hace unos años con la empresa
Lear, muchas familias verían dañada su estabilidad, personal y económica. Y
esto, a la larga, repercutiría directamente en las posibilidades para nuestros
jóvenes, pérdida de capital humano, empobrecimiento general de la sociedad,
aumento de la desesperanza. Produciría un impacto incalculable en el conjunto
global de nuestra sociedad.
Por eso, con todo respeto, me permito hacer una llamada a
todos, porque todos debemos comprometernos en el bien común. A la multinacional
Nissan y a sus responsables, para que cumpla sus compromisos, manteniendo el
empleo y las inversiones, teniendo presentes las palabras del Papa Francisco:
“Todas las actividades humanas, también la empresarial, pueden ser un ejercicio
de la misericordia”. A los trabajadores de Nissan, y en especial a sus
representantes, para que mantengan el talante dialogante y constructivo en la
defensa de sus puestos de trabajo, de su futuro y de sus familias, en
definitiva de la ciudad de Ávila. A los representantes políticos, para que
continúen implicándose en la solución de tan grave problema, de modo que
legislen teniendo presente a la persona humana como centro de la economía y
elemento fundamental del desarrollo de la comunidad, y trabajen para generar
empleo digno, estable y de calidad en nuestra provincia. A la ciudadanía de
Ávila, para que sea sensible ante las dificultades de nuestros vecinos y se
implique en la búsqueda de soluciones. Y a la comunidad cristiana, para que
acompañemos con nuestra ayuda y apoyo a las personas que tienen dificultades en
su trabajo o pierden sus empleos, haciendo denuncia profética de las
injusticias o explotaciones de todo tipo y promovamos la solidaridad como
principio básico de convivencia.
Queridos amigos trabajadores, empresas, sindicatos e
instituciones, pensando en el presente y en el futuro, hagamos de nuestra
ciudad y nuestra provincia un lugar donde el ser humano pueda desarrollarse y
pueda crear familias que garanticen el futuro de Ávila, un espacio de vida y
con vida. No decaigáis, no perdáis la esperanza.
+ Jesús, Obispo de Ávila
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